“¿Yo, papa? Sí, papa frita”: el cardenal nacionalizado paraguayo que no se postula, pero desafía
- Nacionalizado paraguayo, el cardenal Cristóbal López Romero combina espiritualidad profunda con sentido del humor y visión crítica sobre la Iglesia y el mundo.
- Defensor de la sinodalidad, el diálogo y el compromiso con el Reino de Dios, propone una Iglesia abierta y sin miedo a escuchar a quienes están fuera.
- Advierte sobre la incoherencia entre religiosidad y justicia en Paraguay, y pide un papa que abrace a toda la humanidad, no solo a los católicos.

En medio de los preparativos para el cónclave tras la muerte del papa Francisco, el cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, español de nacimiento y paraguayo por elección, se ganó la atención internacional no solo por figurar entre los “papables”, sino por su estilo directo, su espiritualidad sin solemnidades y su característico humor: “¿Yo, papa? Sí, papa frita”, soltó entre risas en una entrevista en Roma.
A sus 72 años, este salesiano que fue nombrado arzobispo de Rabat en 2017 y creado cardenal en 2019, evita etiquetas ideológicas: “Clasificar a las personas como conservadoras o progresistas es peligroso y reduccionista”, advirtió. Y defendió a Francisco de los encasillamientos: “El mismo Francisco ha sido tildado de ultraizquierda en unas cosas y conservador en otras. Defender la vida no es retrógrado, sino profundamente progresista”.

Dice no ser “francisquista”, pero se siente profundamente conectado con el pontífice argentino: “Soy de Cristo, del Evangelio. Francisco ha logrado conectarnos con las raíces del Evangelio, no por ser él, sino porque es Evangelio en vena”. A pesar del clima respetuoso entre los cardenales, advierte que las reuniones pre-cónclave no permiten profundizar los vínculos. Sin embargo, mantiene su esperanza: “Tengo fe en el Espíritu Santo. Si la Iglesia retrocede, es solo para tomar impulso, como quien salta con pértiga”.
Para él, la unidad no es uniformidad. “Hay quienes rechazan el sínodo y quienes lo abrazamos con entusiasmo, pero eso no impide que celebremos juntos la Eucaristía”, dijo, defendiendo la sinodalidad no como democracia interna, sino como una actitud de escucha y diálogo.
Su diagnóstico sobre la Iglesia es claro: “Jesús no vino a fundar una Iglesia, sino a instaurar el Reino. Y fundó la Iglesia como instrumento para continuar esa misión”. Con esa idea, comparó sus experiencias en Paraguay y Marruecos: “En Paraguay todo es Iglesia. Es el país más católico de América. Pero luego el país está lleno de corrupción, de injusticias sociales, de asesinatos… La Iglesia es enorme, pero el reino de Dios es muy pequeño. En Marruecos, donde somos menos del 0,01%, el reino de Dios es un poco más grande”.

Cuando se le preguntó por el perfil ideal del nuevo papa, fue contundente: “Necesitamos un papa que construya unidad, que anime al pueblo de Dios a caminar, que conecte con Cristo desde la raíz, y que abrace a toda la humanidad. No se trata de que todos entren en la Iglesia, sino de caminar juntos, incluso con quienes están fuera”.
A favor del diálogo interreligioso y de la reciente apertura de la Iglesia a bendecir parejas homosexuales, aclaró: “Bendecir no es aprobar, es pedir ayuda de Dios para mejorar. Si bendecimos casas, coches y hasta perros, ¿por qué no personas?”. Y añadió con ironía: “Me gustaría saber cuántas parejas homosexuales realmente han pedido esa bendición”.

También desestimó la idea de volver a un papa italiano: “En la Iglesia no hay cuotas ni fronteras. Puede ser italiano, indonesio o congoleño. No somos la FIFA”, sentenció con humor.
Para cerrar, recordó que el Espíritu Santo no está al servicio de intereses humanos: “Algunos lo ven como una paloma enjaulada, que solo sale cuando se le abre la puerta. No: el Espíritu Santo trabaja en todas partes, también fuera de la Iglesia. Y no mete la pata, no hace tonterías”.
Así, entre carcajadas, críticas sinceras y esperanza teológica, Cristóbal López Romero se presenta como una voz lúcida y valiente, que no busca protagonismo, pero sí una Iglesia más coherente con el Evangelio y menos temerosa de abrirse al mundo.