Tres años sin Marcelo Pecci una carta de un amor herido y una justicia ausente

  • Claudia Aguilera, viuda del fiscal Marcelo Pecci, denunció la inacción del Ministerio Público a tres años del asesinato del agente antidrogas, criticando la falta de avances en la investigación sobre el autor moral del crimen.
  • A tres años del crimen de Marcelo Pecci, su esposa, Claudia Aguilera, le escribió una conmovedora carta donde expresa su dolor, su miedo y su frustración por la falta de justicia, mientras promete proteger a su hijo del legado de impunidad.
  • Mientras la justicia colombiana condenó a los autores materiales del asesinato de Marcelo Pecci, en nuestro país la investigación sobre el autor moral sigue sin avances, lamentó su viuda, Claudia Aguilera, quien denunció encubrimiento y olvido institucional.
Marcelo Pecci Fiscal antidrogas asesinado en Colombia y su esposa Claudia Aguilera.|| Foto Gentileza

Aquel 10 de mayo de 2022, las aguas tranquilas de Cartagena se tiñeron de tragedia. Marcelo Pecci, el fiscal que dedicó su vida a combatir el narcotráfico y el crimen organizado, caía acribillado en una playa colombiana mientras celebraba su luna de miel. Tres disparos pusieron fin a su historia. Tres años después, las balas siguen resonando, no solo en los recuerdos de su esposa, Claudia Aguilera, sino también en el eco vacío de una justicia que no termina de llegar.

Este sábado, Claudia rompió el silencio. Escribió una carta cargada de amor, dolor y reproche, dirigida a quien fue su compañero de vida y, sin quererlo, la convirtió en viuda. “Te escribo estas líneas sin tener el coraje para leerlas en voz alta”, comienza, confesando una fragilidad que se entremezcla con una fuerza obstinada: la de seguir exigiendo justicia en medio de la desolación.

El nombre de Marcelo, que alguna vez representó esperanza y lucha contra el crimen, parece incomodar hoy a quienes juraron defender la ley. Así lo denuncia su esposa. En su carta no solo habla del hombre que amó, sino del legado que, asegura, algunos buscan borrar. “La memoria de Marcelo molesta a autoridades, a actores judiciales y a políticos de este país”, escribió, apuntando directamente al Ministerio Público, al que acusa de inacción y encubrimiento.

Porque si en Colombia los sicarios y contratantes materiales ya fueron condenados, en nuestro país la investigación sobre el autor moral sigue estancada. Una parálisis que para Claudia no es inocente. Su carta es un reclamo a gritos contenidos, una súplica hecha tinta, un testimonio que denuncia el abandono de las instituciones que Marcelo defendió hasta su último aliento.

“Amor… ¿te diste cuenta de que, sin saberlo, me elegiste para ser tu viuda, la madre de tu hijo póstumo?”, escribe Claudia, aludiendo al pequeño Marcelo, que lleva el nombre de su padre. Es a ese hijo a quien promete proteger “de la infamia de vivir en un país sin justicia”, aunque admite que hablarle de su papá le sigue desgarrando el alma.

La carta es también un espejo de contradicciones: una mujer que, a pesar de tener un micrófono diario como periodista, confiesa su miedo de alzar la voz. “Quiero que me perdones por no utilizar el micrófono que tengo a diario para gritar y exigir justicia. Tengo miedo…”, reconoce, dando cuenta de la soledad y vulnerabilidad que la rodean.

El dolor la persigue cada día. “Perdóname, amor, por no poder recordarte sonriendo, por no recordar la calidez de tu abrazo, y solo ver y escuchar los tres disparos”, lamenta, atrapada en ese instante fatal que se repite una y otra vez en su memoria.

Pero más allá del dolor íntimo, Claudia hace una denuncia colectiva. Habla de una sociedad donde los valores que encarnaba Marcelo —honestidad, compromiso, coraje— son despreciados, mientras se celebra a quienes consiguen poder y dinero a través de la corrupción. “Te pido perdón, Marcelo Pecci, por la inacción de tus pares de la Fiscalía, que solo usan tu nombre para reivindicar valores que no los representan”, sentencia, sin medias tintas.

Tres años pasaron. La justicia sigue incompleta. La herida sigue abierta. Y mientras tanto, Claudia Aguilera sigue escribiendo cartas que no puede leer en voz alta, confiando en que, en algún rincón del mundo, la justicia que su país le niega termine por llegar.

Porque las balas que mataron a Marcelo no lograron matar su memoria. Ni el amor, ni la lucha de quienes se niegan a olvidar.

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