Kany García hizo vibrar el teatro del BCP en una primera cita mágica con Paraguay

• Kany García debutó en nuestro país con un concierto cargado de emoción y entrega total, sellando un lazo afectivo que promete ser duradero.
• La cantante puertorriqueña definió su show como una “primera cita”, pero lo que se vivió en el Gran Teatro del Banco Central fue mucho más: un flechazo mutuo y sincero.
• Además de interpretar sus grandes éxitos, la artista habló de amor propio, empatía y compromiso social, dejando claro que su arte es también un vehículo para la reflexión.

En el imponente Gran Teatro del Banco Central del Paraguay, algo especial flotaba en el ambiente. La expectativa no era solo por ver un show más: había una vibración compartida, como si todos supieran que estaban a punto de vivir un encuentro único. Y así fue. Kany García subió por primera vez a un escenario en nuestro país, y el resultado fue una conexión profunda, un lazo emocional que se tejió en cuestión de canciones y que promete durar.

Antes del plato fuerte, Lucero Sarambí tomó la posta con su guitarra y su honestidad lírica. Canciones como “Oda al amor desapegado”, “Ormitar” y “Clu” fueron sembrando emoción y preparando el terreno, no solo calentando motores, sino afinando el alma para lo que vendría. Su voz valiente y sincera, cargada de esas verdades sobre amar y soltar, fue la antesala perfecta para la noche.

Cuando pasaban las 21:00, las luces se apagaron y el teatro entero contuvo la respiración. En un instante, los murmullos se volvieron gritos, y de entre la ovación emergió Kany: sonrisa amplia, paso seguro, la emoción vibrando en su voz. Abrió con “Una vida buena”, un canto esperanzador que sirvió de bienvenida y de manifiesto. Siguió con la potente “Fuera de servicio”, encendiendo la energía colectiva y marcando un cambio de ritmo que invitaba a dejar atrás el día para entrar en el tiempo suspendido de la música.

El ambiente viró hacia la nostalgia y el romance con “Soy yo”. Las luces azules tiñeron la sala mientras los recuerdos personales afloraban en cada asistente. Fue en ese momento cuando Kany, conmovida, saludó por primera vez: “¡Buenas noches, Paraguay!”, dejando claro que para ella este no era un concierto más, sino un hito en su carrera, un sueño cumplido.

A lo largo de la noche, esa idea de “primera cita” se repitió, pero lejos de ser un gesto ensayado, la artista transmitía una emoción genuina: nerviosismo, gratitud, y sobre todo, entrega. Los concurrentes respondieron en la misma sintonía, abrazándola no solo con aplausos, sino con una devoción palpable. En “La siguiente”, el teatro entero se fundió en un solo coro, muchos con lágrimas en los ojos, gritando “¡Te amo, Kany!” sin pudor ni exageración.

El concierto fue subiendo y bajando en intensidad emocional. “Lo que en ti veo” convirtió la sala en un espacio íntimo, con todos susurrando la letra casi como si estuvieran en la misma habitación. “La malquerida” trajo la fuerza y el desahogo necesarios para recordar que el dolor también puede ser empoderador. Y Kany, consciente del poder catártico de la música, reflexionó: “Si una no se quiere, es imposible querer a otro…”, para luego invitar a todos a romper la solemnidad del teatro y bailar “en pro del amor”.

La noche avanzó entre baile y contemplación, entre gritos y silencios cargados de sentido. “Mi secreto” y “Para siempre” fueron momentos de pausa y recogimiento; “Alguien”, apenas acompañada de piano, pareció susurrada al oído colectivo. Cada canción era una estación en un viaje cuidadosamente planeado, pero vivido con el corazón abierto.

Cuando sonó “La culpa”, la bandera venezolana ondeó entre el público y Kany recordó a Rawayana, a Venezuela, y habló de la importancia de la empatía: “Por esas cosas buenas que nos pasan, hagamos la promesa de ayudar a otros”. La canción cerró como un rezo colectivo, un deseo de ser mejores y superar los miedos.