Educación e improvisación, nada, menos compatible

El lamentable suceso que tuvo lugar en el colegio San Gervacio, de Colonia Independencia, el pasado martes 30 de mayo, donde la directora Sofía Rodríguez, resultó asesinada en manos de su propio alumno de 15 años, marca verdaderamente una página muy oscura, en la educación pública nacional.

Néstor Castillo, jefe de redacción del periódico OviedoPress || Archivo

Por Néstor Castillo
@NestorcastCOV

No son aislados los casos donde anteriormente, se habían originado amenazas de atentados, ataques, masacres o explosiones de bombas en instituciones educativas, en donde las respuestas recurrentes de las comunidades educativas y hasta del propio Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), fue minimizar, restar importancia, tomarlo a la ligera o simplemente hacer de cuenta que, se trata de una “broma inocente” de algún chico que no quiso rendir el examen que justo estaba pendiente.

Sin embargo, profundizando mucho más en el análisis, porque el abordaje, en definitiva es responsabilidad de los organismos gubernamentales como el MEC, o el Ministerio de Salud Pública, porque sí, esto atañe a una marcada crisis de salud emocional, que cada vez, se va agudizando más.

Los medios, hay que admitir, a más del abordaje somero, momentáneo y hasta morboso o amarillista, mucho tampoco contribuyen, porque la “noticia del momento”, las agendas periodísticas y demás factores, van desplazando estos temas trascendentales, sobre los que, días o semanas después, ya no siquiera hay debate, “nadie ni se acuerda”, diciéndolo de manera coloquial.

Es por ello que, escuchar proferir alternativas, acciones o políticas institucionales para contrarrestar esto, como la idea de obligar a los alumnos a utilizar mochilas transparentes, propuesta planteada por el mismísimo ministro Nicolás Zárate, raya cuanto menos lo risible, lo absurdo, inadmisible o hasta casi, lo ofensivo.

Pretender que una idea como esa vaya a ser la solución definitiva al problema, es preguntarse, ¿si tan fácil como así fuese, qué esperan los países de primer mundo para implementarlo?, porque en estas naciones, hechos similares vienen aconteciendo desde décadas atrás, sin que tampoco, en apariencia, hayan hallado aún, una solución definitiva.

Lo que podemos puntualizar, sí, modestamente es que, la crisis de salud emocional que hoy nos toca, se viene anunciando desde antes de la pandemia de CoVid-19 del 2020, con el énfasis especifico que se incrementaría, luego del mismo, sin que está advertencia, haya sacudido a nuestros representantes, a esbozar siquiera, un plan de acción.

Penosamente, la directora Sofía Rodríguez, antes que una mártir o una héroe de la educación pública paraguaya, hoy es una víctima de este sistema, que poco hace por la calidad integral de sus recursos humanos en aula, a quienes literalmente los deja a la deriva, priorizando otras cuestiones, visiblemente más importantes para ellos, que son a veces, los manejos presupuestarios, los recursos destinados para construcción de aulas, el dinero de la merienda, del almuerzo escolar, porque allí está el curro, el fato, para embolsarse plata pública a sus bolsillos.

Tristemente, este suceso se cobra un muy alto precio, una vida, o más de una, porque detrás quedan los daños colaterales, a expensas de seguir esperando se asuman acciones contundentes y verdaderamente paradigmáticas.

¿Hará falta más control en las escuelas? ¿Debe el Estado asumir una actitud policiaca, de señalar de potenciales delincuentes a sus estudiantes? ¿Se debe invertir en mejorar la atención integral a través de profesionales del área de psicología? ¿Son las mochilas transparentes la solución? Estas interrogantes difícilmente tendrían una respuesta definitiva, sin que se comienzan a tomar las primeras acciones, que deberán ser legítimas y participativas.

No se puede, tampoco, exigir cambios en el modelo educativo, sin que la piedra angular de la sociedad, aquella en la que se cimientan las bases de las próximas generaciones, asuma su cuota de responsabilidad; es en casa, en las familias, que se debe inculcar esas primeras herramientas, que luego la escuela, deberá potenciarlas, la sociedad, los padres, los tutores o responsables de la crianza de los niños y adolescentes, también están llamados, a contribuir a ser agentes de verdadero cambio.

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