Don Virgilio Dávalos, último héroe viviente del Chaco en Coronel Oviedo

• A sus 108 años de vida, este 12 de junio de 2023, lo toma a Don Virgilio, como en otros tantos aniversarios de la paz del Chaco, con bastante júbilo, con entusiasmo y de algún modo, también con algo de desazón.
• Nacido en Plácido, antiguo pueblo de Ajos, hoy Coronel Oviedo, como a todos, la guerra lo tomó por sorpresa, él al igual que dos de sus hermanos mayores, incursionó en distintos ámbitos de la contienda bélica, en el campo de batalla, así como en labores estratégicas.
• Hoy recuerda esos álgidos y agitados años, como una muestra del verdadero patriotismo paraguayo, ese que movilizó a más de 150 mil soldados nacionales, defendiendo nuestra heredad. Rodeado de su familia, sus allegados y una ciudad que le rinden homenaje, rescatamos, sus vivencias y legado, para la comunidad.

“El último héroe de Coronel Oviedo”, así lo describe el escritor ovetense, José A. Santos, en el libro “Forjadores Ovetenses II”, recientemente publicado por encargo de la Municipalidad local, en cuyas páginas, se da una reseña de la vida, de esta ilustre personalidad, de nuestra comunidad.

Nacido un 8 de octubre de 1914, en la localidad rural de Plácido, a las afueras de Coronel Oviedo, de muy joven Don Virgilio siempre mostró interés por la lectura, las artes, la cultura, lo que le dan un aire permanente de lucidez, serenidad y grandilocuencia en su cultivado modo de expresarse.

Con ayuda de su nieto, el periodista y presentador ovetense, Ramón Aveiro Sánchez, nos adentramos un tanto en su dilatada y prolífica vida, siempre en su Coronel Oviedo natal, salvo, ante ajetreo propio de la guerra paraguayo-boliviana, que lo llamó a defender la heredad, en el campo de batalla y desde donde las circunstancias así lo propiciaban.

Recuerda Don Virgilio, que una vez terminada la primaria, se vio obligado a migrar desde el entonces pueblo de Ajos, hasta Villarrica del Espíritu Santo, a unos 45 kilómetros, donde se radicó con sus dos hermanos mayores: Narciso y Máximo, quienes fueron a estudiar la secundaria y también trabajaban, al igual que Virgilio. Con cierta “decepción” admite que por entonces, su ciudad no contaba con ninguna institución de enseñanza secundaria.

Llegado el año de 1932, por el mes de abril, llegan las noticias de la invasión boliviana al gran Chaco paraguayo, lo que obligó al gobierno de entonces a movilizar las tropas: “La noticia no llegaba a toda la población, se manejaba con cierto sigilo, porque no estaba en los planes llevar a una guerra, lo cierto que fuimos avisado de que todos los que hayan cumplido 18 años, debían presentarse para recibir la instrucción militar“, cuenta don Virgilio.

Es así, que sus hermanos Narciso y Máximo, rápidamente fueron movilizados y llevados hasta la capital: “El aviso de que mis hermanos ya fueron llevados, me tocó darle a mi familia, en una de mis visitas de Villarrica a Coronel Oviedo“, rememora.

En octubre de 1932, al cumplir los 18 años, también se presenta para el enrolamiento, siendo trasladado también para el correspondiente adiestramiento, a la espera de tener que partir rumbo al inhóspito Chaco paraguayo, en parte motivado mayormente por conocer información, saber de sus hermanos y qué suerte, les había tocado.

Cómo le tocó vivir la guerra
Don Virgilio, con lucidez envidiable y privilegiada, cuenta que durante la guerra fueron varios los enemigos, a más de las tropas y soldados bolivianos. El que quizá haya sido el mayor enemigo a vencer, de manera casi diaria, era la falta de agua y alimentos, también las fieras salvajes, serpientes y la exuberante naturaleza que reinaba el vasto Chaco.

También, recuerda con especial énfasis la aparición o existencia de tribus indígenas caníbales, a quienes conocían como los indios “moro”, estos no tenían aversión alguna ni a paraguayos ni bolivianos, cuál si fuesen prescindentes del conflicto bélico, para estas comunidades primitivas, resultaba lo mismo un paraguayo o un boliviano.

Ya en el campo de batalla, cae herido y pierde la vista y la audición del lado izquierdo, lo cual lo obligó a ser replegado a las retaguardias, hasta su recuperación. Una vez restablecido y en condiciones, fue llamado a cumplir labores en intendencia militar, esto gracias a sus habilidades autodidactas en escritura, cálculos e inteligencia. De esta etapa de la guerra recuerda las vicisitudes que padecían las tropas en el alto Chaco, sumado a las limitaciones para proveer agua, alimentos, municiones o correo, debido a lo voraz de la contienda, en el que los bolivianos arremetían contra la infraestrutura de la milicia paraguaya: “Esas penurias eran sobrellevadas únicamente por nuestro patriotismo, nuestro amor al Paraguay y porque sabíamos que estábamos defendiendo a nuestras familias, a todo nuestro pueblo“, afirma orgulloso.

Con bastante satisfacción recuerda que tanto sus hermanos, Narciso y Máximo, así como él lograron sobrevivir a la guerra del Chaco. El primero de sus hermanos, viajó e hizo su vida en la Argentina, en tanto, Máximo regresó del Chaco y vivió en el Paraguay: “Recuerdo que nuestra madre caminaba hasta Villarrica para enviarnos cartas, algunos víveres esenciales o maní ku’i hasta el Chaco, a través del correo, que viajaba en tren, desde el Guairá“, relata.

Su regreso a Coronel Oviedo, ex Ajos
Iniciada la guerra, la antigua ciudad Nuestra Señora Santa María del Rosario de Ajos, fundada el 7 de octubre de 1.758, llevaba poco más de un año de haber sido cambiada en su nomenclatura a Coronel Oviedo, ocurrido un 5 de febrero de 1.931, hecho que habría pasado casi inadvertido.

Este detalle lo recuerda con especial interés don Virgilio, quien rememora de su niñez y adolescencia, las visitas escolares o incluso de parte de sus padres mismos, que le realizaban al coronel, quien fungía de alcalde y jefe comunal de Ajos, por varios años: “Lo visitábamos en la colina donde vivía (salida Norte de la ciudad), hoy el lugar es conocido como ex Barrera, íbamos a escuchar sus relatos de la guerra Grande (1.864-1.870), era un gran señor, como un patriarca“, cuenta jubiloso.

Al regresar a su ciudad, se afinca en su natal Plácido, ya casado con su compañera de vidaz De la Santa López, logran tener seis hijas, quienes a su vez le dieron una numerosa descendencia, compuesta por 10 nietos, 10 bisnietos y 1 tataranieto.

Tras la guerra, se dedica al comercio de frutos del país; tabaco, escencia de petitgrain, compra-venta de ganado entre otros. Con los años, se vuelve un carismático y respetado líder barrial, en su amada compañía Plácido, logra construir, con esfuerzo de la comunidad una escuela primaria, que brinda educación a cientos, sino miles de niños, desde hace al menos siete décadas.

Accedió a una propiedad en el céntrico barrio Capitán Roa, donde hasta reside hasta el día de hoy, allí trabajó muy de cerca con el sacerdote norteamericano Pa’i Eugenio Konolly, en la parroquia San Pedro, ambos de destacada labor social, hecho que le había acarreado a don Virgilio, ser varias veces detenido por la policía del régimen dictatorial stronista, por su militancia liberal y postura social.

Próximo a celebrar sus 109 años de vida, este 8 de octubre, se muestra feliz, agradecido y orgulloso de su legado familiar y comunitario, habiendo visto crecer y desarrollarse a numerosas generaciones de hombres y mujeres ovetenses, en su ex barrio Troncón, hoy Capitán Roa. También le toca recordar y retribuir afectuoso, las muestras de cariño y homenajes que le rinden en cada conmemoración de la Paz del Chaco.

A lo largo de su existencia pos guerra, don Virgilio recibió distinciones y reconocimientos del Congreso Nacional, del Comando del Ejército, la Presidencia de la República, la Gobernación del Caaguazú, Municipalidad de Coronel Oviedo instituciones educativas primarias y secundarias, entre otras tantas.

Gratitud eterna y salud al héroe viviente de Coronel Oviedo, don Virgilio Dávalos Rey.