Con la fe en los botines, sacerdote que lleva la palabra de Dios y ataca por la banda izquierda
- Se trata del padre Adrián Centurión, vicario de la Basílica de Caacupé, quien demuestra que la fe y la pasión deportiva pueden ir de la mano.
- El religioso, oriundo de Piribebuy predica desde el altar y, luego, cambia su sotana por la camiseta del Club Libertad de su ciudad natal.
- Su participación en el fútbol inspira a la comunidad de Caacupé y Piribebuy, mostrando que la vida religiosa puede ser también un espacio para la diversión y el compromiso con los demás, especialmente con los jóvenes.

La mañana del domingo 6 de abril amaneció como cualquier otra en Caacupé. Los fieles llegaron puntuales a la misa matutina en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de los Milagros. Pero lo que pocos imaginaban es que el mismo sacerdote que elevaba oraciones al cielo, horas más tarde, correría detrás de un balón, con los botines bien puestos y el corazón latiendo entre la fe y el fútbol.
El padre Adrián Centurión, vicario de la emblemática Basílica, un joven presbítero de 28 años comprometido con su comunidad espiritual, también es un delantero entusiasta en el Club Libertad de la compañía Ojopói, su tierra natal en Piribebuy. Sí, el cura juega y juega en serio.
Ese domingo, tras repartir bendiciones y reflexiones desde el púlpito, el padre Adrián cambió la sotana por la camiseta albinegra de su club. Entró al campo de juego en el segundo tiempo del reñido encuentro ante el Club Atlético Independiente, en el marco del Torneo de la Liga Deportiva local.

El marcador terminó 0 a 0, pero la emoción estaba en otra parte: en las tribunas, donde muchos aplaudieron con fuerza al ver que su cura también sabe lo que es correr tras un sueño, literalmente.
Aunque aún no se encontró con la red, el gol se le resiste por ahora, su presencia fue una especie de gol al alma. Verlo en la cancha, con la misma entrega que en el altar, fue una postal inspiradora. Porque el padre Adrián no solo predica con palabras: también lo hace con jugadas, pases y esfuerzo.
“Con la fe puesta”, dice él, con esa sonrisa serena que no se le borra ni cuando la defensa rival aprieta. Su presencia en el torneo no es casualidad ni un capricho. Busca transmitir algo más profundo, que también se puede servir a Dios disfrutando de las pasiones personales. Que los hobbies no están reñidos con la vocación, y que, como él mismo afirma, “hacer cosas que a uno le gusta siempre ayuda a que todo sea más llevadero”.
En tiempos donde la rutina ahoga y la desesperanza golpea, el testimonio del padre Centurión resplandece. Su ejemplo es un pase filtrado al corazón demostrando que se puede vivir la espiritualidad sin perder lo humano, que se puede consolar al alma y también alegrar la vida con un deporte, una pasión, un sueño.
Desde Ojopói para el mundo, este joven cura demuestra que la santidad también puede tener gambeta, y que la fe, cuando se juega en equipo, siempre tiene chances de ganar.