A los 67 años, falleció el destacado artista misionero Koki Ruíz

  • Koki Ruiz, el maestro que convirtió a Tañarandy en un santuario de luz y fe, falleció en San Ignacio Guazú, anoche alrededor de las 23:00 horas.
  • Su legado artístico y espiritual trasciende en obras icónicas como el altar del papa Francisco, hecho con semillas y frutos, que enalteció la identidad paraguaya ante el mundo.
  • Desde Tañarandy hasta el altar del papa Francisco, Koki Ruiz supo reflejar la esencia de un pueblo en cada detalle de su arte.
Anoche dejó de existir Koki Ruiz. || ABC

La noche del jueves 19 de diciembre de 2024, en San Ignacio Guazú, Misiones, el corazón del arte paraguayo dejó de latir. Delfín Roque Ruiz Pérez, conocido por todos como Koki Ruiz, cerró sus ojos por última vez a los 67 años tras una valiente batalla contra el cáncer. Su partida deja un vacío imposible de llenar, pero también un legado que seguirá iluminando las almas de quienes contemplen su obra.

La noticia de su fallecimiento fue confirmada por su familia a través de un comunicado que reflejaba la paz y el amor con el que Koki dejó este mundo. “Con profundo dolor, la familia Ruiz Fretes comunica el fallecimiento de Koki Ruiz, esposo, padre y abuelo ejemplar, quien nos dejó hoy, rodeado de amor y paz”, informaron agradeciendo el respeto en el doloroso momento, a más de anunciar que próximamente se darán a conocer los detalles excequiales.

Ruiz había sido diagnosticado con cáncer de riñón en julio de 2023 y recibió tratamiento tanto en el Centro Oncológico del Hospital Sirio-Libanés de São Paulo como en Paraguay. A pesar de los esfuerzos médicos, su salud se deterioró en las últimas semanas.

Figura imprescindible del arte paraguayo, Koki Ruiz dedicó su vida a enaltecer la cultura popular y la religiosidad. Koki era pintor, escultor, un alquimista de emociones; un tejedor de luz y significado. Su legado más icónico es, sin duda, la festividad de Tañarandy, que desde 1992 convirtió cada Viernes Santo en un espectáculo único de fe y arte.

En un rincón de Misiones, miles de velas y antorchas trazan caminos que parecen sacados de un sueño, guiando a multitudes hacia cuadros vivientes que reflejan escenas bíblicas y momentos históricos, como la epopeya de las Reducciones Jesuíticas.

Este encuentro entre lo terrenal y lo divino fue su manera de hacer que lo eterno habitara en lo cotidiano, transformando el paisaje en una catedral al aire libre donde la comunidad se convierte en protagonista.

Pero Tañarandy es solo una pincelada en la vasta paleta de Koki Ruiz. En 2015, el artista volvió a asombrar al país y al mundo con el altar monumental que creó para la visita del papa Francisco. Hecho de maíz, calabazas y cocos, esta obra de 20 metros de alto y 40 de base sintetizó el espíritu de Paraguay en cada detalle.

Más de 32.000 mazorcas formaron el retablo que, además de ser un símbolo de fe, fue un homenaje a la agricultura campesina, a esas manos que siembran y cosechan con esperanza. Aquella creación se destacó por su magnitud y llevó un mensaje profundo: la belleza puede brotar de lo más humilde y cotidiano.

El arte de Koki era inseparable de su tierra. Sus monumentos, como el Reloj Solar y El Kurupi en Misiones, son testimonios tangibles de su capacidad para transformar paisajes en narrativas vivas. Obras como el mural La recolección de los frutos, presentado en la Expo Dubái 2020 y realizado con semillas, llevaron la esencia de Paraguay a escenarios internacionales, donde Koki nunca dejó de ser un embajador de lo auténtico.

Autodidacta y visionario, exploró con pasión materiales como la piedra, las semillas y la madera, integrándolos con una sensibilidad que trascendía lo puramente técnico. Su pintura, influenciada por un postimpresionismo vibrante, reflejaba un dominio absoluto de la luz y el color, como si cada pincelada buscara capturar no solo la apariencia, sino el alma misma de lo representado.

Koki también dedicó su vida a formar nuevas generaciones a través de proyectos como el Teatro El Molino y el taller “Felipe Santiago Apocatu”, donde enseñó a niños y jóvenes a encontrar en el arte un refugio, una herramienta y una voz. Nunca dejó de soñar, de crear y de construir puentes entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre el Paraguay profundo y el mundo.

A lo largo de su carrera, recibió múltiples reconocimientos, como la Orden Nacional del Mérito en el grado de Gran Cruz, entregada por el presidente Santiago Peña, y el respeto inquebrantable de sus colegas y compatriotas. Sin embargo, quienes lo conocieron coinciden en que sus mayores galardones fueron la admiración de su pueblo y la certeza de haber dejado un legado inmortal.

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