100 días de gobierno de Trump: “Esta vez, gobierno el país y el mundo”
- Con más de 150 órdenes ejecutivas y una avalancha de demandas judiciales, Trump desafía la Constitución y concentra el poder como ningún otro presidente en la historia reciente.
- Ruptura con aliados, guerra arancelaria, ataques al sistema judicial y recortes brutales marcan un giro autoritario que inquieta a instituciones y mercados.
- Mientras la popularidad de Trump cae a niveles históricos, su figura domina el escenario global con una narrativa mesiánica: “Esta vez, gobierno el país y el mundo”.

Los primeros 100 días del segundo mandato de Donald Trump han sido una avalancha de decisiones unilaterales, conflictos abiertos y rupturas institucionales. “Estoy haciendo exactamente lo que prometí en la campaña”, declaró el presidente a la revista Time, y su agenda parece confirmarlo: 150 órdenes ejecutivas, apenas cinco leyes aprobadas y más de 210 pleitos abiertos en los tribunales. “En mi primer mandato tenía que gobernar y sobrevivir, pero esta vez gobierno el país y el mundo”, dijo también a The Atlantic.
Su regreso a la Casa Blanca ha estado marcado por un rediseño total del ejercicio del poder presidencial. Ha despedido a decenas de miles de funcionarios, cerrado agencias y eliminado políticas públicas vinculadas a la diversidad, la igualdad y el medioambiente. En economía, ha impuesto un programa arancelario que ha devastado los mercados, disparado la rentabilidad de los bonos y generado una crisis de deuda autoinfligida que ha llevado a Estados Unidos a ser comparado con economías emergentes.
En el plano internacional, ha traicionado a Ucrania, amenazado con apropiarse de territorios de aliados de la OTAN y afirmado que EE.UU. tomará el control de la Franja de Gaza. Mientras tanto, ha tendido la mano a Rusia y abandonado cualquier compromiso con el multilateralismo. Ha quitado el estatus de refugiados a decenas de miles de personas, recortado la ayuda al desarrollo y bloqueado financiamiento a universidades y centros culturales.
Internamente, Trump ha declarado la guerra a los pesos y contrapesos del sistema democrático. Ha desobedecido órdenes judiciales, usado al FBI para detener a jueces, presionado al Congreso y propuesto el juicio político de magistrados que paralizan sus medidas. Sus declaraciones sobre la posibilidad de un tercer mandato alimentan la alarma: sus hijos venden “Trump 2028”, sus abogados buscan atajos y él sostiene que “si tanta gente quiere que siga, habrá que buscar la forma”.
A pesar de todo, sus cifras de aprobación se desploman. Según encuestas apenas el 41% de los ciudadanos aprueba su gestión, el nivel más bajo para cualquier presidente desde Eisenhower. En áreas clave como economía, inmigración y gobernabilidad, sus números caen en picada. Incluso su gran hito, la reducción drástica de cruces fronterizos —solo 7.180 en marzo según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza—, no logra levantar su imagen: solo el 45% lo aprueba en ese tema.
Para sus seguidores, es el líder más importante de la historia moderna. Para sus críticos, un peligro para la democracia. Para analistas como Gary Gerstle, estos 100 días podrían marcar el inicio de un nuevo orden político iliberal, similar al que surgió con el New Deal o el auge del neoliberalismo. Pero este nuevo orden no se sustenta en el consenso ni en la prosperidad, sino en el miedo, el caos y la concentración absoluta del poder.
Trump ha transformado la forma de comunicar, de gobernar, de hacer diplomacia. Pero su revolución tiene consecuencias. A los 100 días de su mandato, el país que prometía volver a ser “grande” está más dividido, más aislado y más vulnerable que nunca.
