Enfrentamiento de pandillas en Chacarita dejan niña herida y un joven muerto
- La violencia volvió a estallar en el barrio Ricardo Brugada, dejando un joven muerto y una niña herida.
- Los presuntos responsables están identificados, pero siguen prófugos mientras la comunidad vive aterrada.
- Vecinos denuncian la inacción de las autoridades ante un conflicto que ya no distingue a inocentes de culpables.

La noche volvió a teñirse de sangre en el barrio Doctor Ricardo Brugada, más conocido como La Chacarita, en Asunción. Esta vez, el saldo fue la muerte de un joven de 21 años y una niña de apenas 5 años herida de bala, víctimas de un nuevo enfrentamiento entre las pandillas conocidas como Arroyenses y Pelopincho.
Roger Matías Báez Barreto fue alcanzado por tres disparos, que impactaron en su clavícula, tórax y pierna. Fue trasladado de urgencia al Hospital de Trauma, pero no resistió. Falleció en la madrugada de este jueves, sumando su nombre a la larga lista de jóvenes que han caído en esta guerra sin sentido.

La pequeña, quien también fue llevada al hospital, recibió un disparo de refilón en la pierna derecha. Afortunadamente se encuentra fuera de peligro y ya fue dada de alta. Pero el trauma emocional queda. “No sabemos cómo explicarle que no puede jugar afuera, que no es seguro”, expresó una vecina, todavía en shock.

Según el reporte de la Policía Nacional, los presuntos autores del tiroteo son Lucas Emanuel Bareiro, de 19 años, y Fidel Cabañas, ambos con antecedentes penales y actualmente prófugos. “Estamos trabajando en su localización, pero la zona es muy complicada”, admitió un agente interviniente que pidió no ser identificado.
La disputa territorial entre estas bandas ya no se limita a sus miembros. Dos vidas se perdieron y varios vecinos más resultaron heridos en este último ataque. “Estamos cansados de vivir así, cada noche rezamos para que las balas no entren en nuestras casas”, denunció otro residente.
En La Chacarita, cada atardecer llega con miedo. Las familias se encierran, se apagan las luces, se bajan las cortinas. Y así esperan, con el corazón en la garganta, que llegue un nuevo amanecer sin tener que lamentar otra muerte. La comunidad clama por presencia estatal, por respuestas, por paz. Pero el silencio de las autoridades es tan ensordecedor como los disparos que resuenan en la madrugada.