El Vaticano debate si un condenado puede votar al nuevo pontífice
- El cardenal Angelo Becciu, condenado por corrupción, insiste en que mantiene intactas sus prerrogativas cardenalicias.
- La ambigüedad de su estatus eclesiástico podría abrir una grieta en la legitimidad del próximo cónclave.
- Otros casos insólitos, como el del cardenal Ouédraogo, demuestran cómo la edad puede ser tan flexible como la voluntad política.

El posible ingreso del cardenal Angelo Becciu al cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco desató el primer gran conflicto de la futura transición en el Vaticano. Condenado en diciembre de 2023 a cinco años y medio de prisión por delitos de corrupción, entre ellos abuso de poder y malversación de fondos, Becciu fue también inhabilitado de forma permanente para ejercer cargos públicos dentro de la Santa Sede. A pesar de eso, su nombre aún resuena en los pasillos vaticanos como una figura de peso, y su presencia en el próximo cónclave no está del todo descartada.
El caso que lo llevó a juicio —la ruinosa compra de un edificio en Sloane Avenue, Londres— destapó una compleja red de manejos financieros turbios. A esto se sumaron otras transferencias dudosas, como una donación de 125.000 euros a una ONG vinculada a Cáritas en Ozieri, presidida por un hermano suyo. En 2020, el papa Francisco le retiró a Becciu sus derechos asociados al cardenalato, pero sin formalizar su expulsión ni exigirle renuncia escrita. Esta ambigüedad dejó una grieta que hoy se reabre con fuerza.
La Oficina de Prensa del Vaticano aclaró que todos los cardenales pueden asistir a las congregaciones generales, pero no garantizó el acceso al cónclave. La declaración de Becciu al diario Unione Sarda avivó la polémica: “El papa reconoció mis prerrogativas cardenalicias como intactas, ya que no hubo voluntad explícita de excluirme del cónclave ni petición de mi renuncia explícita por escrito”.

Sin embargo, según las estadísticas oficiales del Vaticano, Becciu figura como “no elector”, una categoría que lo inhabilita para votar al próximo papa, ya sea por edad u otros impedimentos formales. A sus 76 años, todavía se encuentra dentro del rango etario para participar, por lo que la inhabilitación responde únicamente a su condena. Su estatus será, con seguridad, un punto de debate álgido entre los cardenales durante las reuniones previas a la elección.
El Colegio Cardenalicio está compuesto actualmente por 136 electores, aunque uno de ellos, si se mantiene la exclusión de Becciu, quedaría fuera. A esto se suman otros casos que podrían afectar el conteo, como el del cardenal Philippe Ouédraogo, de Burkina Faso. En un hecho insólito, su fecha de nacimiento fue corregida en el Anuario Pontificio 2024, retrasando su cumpleaños número 80 hasta el 31 de diciembre, lo que le permite seguir siendo elector. “En mi pueblo no había hospitales ni escuelas. Nací en casa y no me dieron fecha de nacimiento”, justificó el propio Ouédraogo.
La práctica no es nueva. El cardenal John Njue, de Kenia, también vio ajustada su fecha de nacimiento para no perder su derecho a voto. Estos ajustes, según fuentes vaticanas, buscan compensar la falta de registros civiles confiables en varias regiones del mundo, pero alimentan la percepción de que las reglas pueden flexibilizarse según la conveniencia.
En medio de estas maniobras y disputas jurídicas, el caso de Becciu se erige como un dilema de legitimidad para el próximo cónclave. Si participa, la sombra de la corrupción podría empañar la elección del nuevo papa. Si queda fuera, sin una exclusión formal, el Vaticano deberá enfrentar preguntas incómodas sobre justicia, poder y transparencia.