El antiguo ritual de las siete iglesias revive cada Viernes Santo

  • Cada Viernes Santo, la tradición de recorrer siete iglesias revive el acompañamiento espiritual a Jesús en su Pasión, un acto de fe y penitencia que une a generaciones de católicos.
  • Visitar siete templos recuerda los pasos de Cristo desde el Huerto de los Olivos hasta el Calvario, en una peregrinación simbólica que invita a la reflexión y la oración.
  • La visita a las siete iglesias, nacida en la antigua Roma, se mantiene viva como un gesto de amor y sacrificio en memoria de los últimos momentos de Jesús.
cada Viernes Santo, la tradición de recorrer siete Iglesias, se remonta a la antigua Roma.|| Foto Gentileza

Cada Viernes Santo, las calles de muchas ciudades y pueblos se transforman en un escenario de recogimiento y devoción. Entre los múltiples ritos que marcan la Semana Santa, uno destaca por su hondura simbólica y su profunda conexión con la Pasión de Cristo: la visita a las siete iglesias. Esta tradición, especialmente viva entre los fieles mayores y aquellos católicos que, aunque no sean practicantes habituales, encuentran en estos días un motivo para acercarse de nuevo a su fe, revive año con año con una solemnidad que traspasa generaciones.

La costumbre de recorrer siete templos no es casual. Cada parada representa un momento crucial en el calvario que Jesús recorrió desde su captura hasta su crucifixión. Así, los peregrinos acompañan simbólicamente al Nazareno en su amarga travesía: desde la Última Cena en el Cenáculo hasta el Huerto de los Olivos; de allí a la casa de Anás, luego a la de Caifás, después ante el tribunal de Pilato, el paso por la corte de Herodes, el regreso ante Pilato, y finalmente el camino hacia el Calvario, cargando la cruz.

En cada iglesia visitada, los fieles hacen una pausa de oración frente al sagrario, ese pequeño santuario que en estos días refleja el dolor de la ausencia. El silencio, apenas roto por rezos susurrados y pasos lentos, se convierte en una expresión de acompañamiento y consuelo. No se trata simplemente de recorrer distancias físicas, sino de emprender una verdadera peregrinación interior, un sacrificio sencillo en recuerdo del sufrimiento de Jesús.

Este acto de devoción, similar en espíritu al viacrucis, nos invita a revivir las últimas horas de Cristo no como un relato lejano, sino como una experiencia personal. La tradición de visitar las siete iglesias se remonta a antiguos usos romanos, donde los fieles recorrían las principales basílicas de la ciudad en gesto de penitencia y amor.

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