¡Tus corruptos, nuestros corruptos!

Tras la designación el pasado 22 de julio, como significativamente corrupto para el gobierno de los Estados Unidos, del expresidente de la República y candidato a titular de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (ANR) Horacio Cartes Jara, líder del movimiento Honor Colorado, se desencadenaron varios acontecimientos en los que, parecían verse “favorecidos” por tal designación, los adversarios ocasionales de esta interna partidaria, los de Fuerza Republicana.

Néstor Castillo, jefe de redacción del periódico OviedoPress || Archivo

Por: Néstor Castillo
Muchos fueron los alardes de honestidad, probidad y honradez de las figuras políticas en campaña, hasta qué, sí, también les tocó el turno y este 12 de agosto quien pasó a engrosar la infame nómina de personas consideradas corruptos y peligrosas para el país del Norte, fue nada más y nada menos que el vicepresidente en ejercicio de nuestro país y precandidato a presidente para el siguiente periodo, Hugo Velázquez, vetado al igual que Cartes y toda su familia, de por vida, por la principal potencia mundial.

Es en este entuerto político, donde se hace más visible la profunda crisis moral en la que viven sumidas las organizaciones políticas, partidos tradicionales o nucleaciones que, se erigen en nombre y representación de la ciudadanía, como la reserva moral de la Nación y la única alternativa válida para transformar la realidad del Paraguay. Claro pues, existirán honrosas excepciones de gente que, verdaderamente reúnen estos estándares de conducta pero, penosamente o son minoría, o pareciera ser que ese es un estigma que les excluye de ejercer cargos o espacios de gestión pública.

Hoy, el Partido Colorado, como organización política que históricamente ha gobernado mayormente el país a lo largo de décadas, pareciera tener como punto en común para sus afiliados el bandidaje, el pillerio, la deshonestidad, el “pokarê”, la corrupción, como factor excluyente y motivo fundamental, para hacerse acreedor de la confianza de los “lideres” y la absorta resignación de sus agremiados, quienes deben afrontar las consecuencias del descrédito y desmoralización institucional.

Pero, todo ello aparentemente no importa cuando de “salvar al Partido”, “apegarse a las convicciones fundacionales” u “honrar la memoria del general Bernardino Caballero” se refiera, dado que finalmente, tanta muestra y evidencia de uso y abuso desde los espacios de representación partidaria, se tolera, porque así nomas luego es o, fulano es luego ladrón pero este roba menos que aquel o simplemente, ojapo katu ningo algo a pesar que omonda (al menos hace algo a pesar de que roba).

Ese es el nivel de tolerancia a la corrupción que hoy nos tiene inmersos en un abismo insondable que, el paraguayo hoy tiene como parámetro de evaluación de la actuación de sus representantes a qué tan torcido o retorcido es esa mujer u hombre en algún espacio de poder, como para permitirle seguir robando los sueños y el futuro de toda una Nación.

Es preciso, como ya se ha mencionado en infinidad de ocasiones, refundar al Asociación Nacional Republicana (ANR), Partido Colorado, “desde adentro”, desde sus raíces, con hombres y mujeres verdaderamente preocupados en la transformación del país, que tengan como finalidad reivindicar la carcomida imagen institucional que hoy irradia en muchos sectores populares, repulsión, rechazo y hartazgo, pero que, paradójicamente siempre se traduce en las urnas en “salvemos al Partido”, no podemos dar la espalda a la organización de la que era afiliado mi bisabuelo, mi abuelo, mi papá y toda mi generación, en una especie de proteccionismo corporativo, al solo efecto de no quebrar el status quo en el que vivimos, desde hace décadas, sin darnos cuenta que, lentamente, vamos hacia un camino sin retorno.

Esta actual coyuntura política instalada, más que una crisis partidaria, debe despertar una retrospectiva ciudadana en la que se debe comenzar a exigir que la transparencia y honradez en el cumplimiento de las funciones públicas, sean los únicos parámetros que sirvan para medir la verdadera calidad y cualidad de nuestra clase política, ya no más qué tan corrupto es uno o qué tan menos corrupto sea otro y así resignarnos eternamente a generar nuevos millonarios, traficantes de influencias o despiadados políticos, quienes con su línea de conducta condenan criminalmente a toda la población a una miserable realidad, donde el fanatismo por un trapo, puede resistir lo que venga.

Y ciertamente, cuando hablamos de corrupción, esa no es un particularidad única de los colorado, absolutamente, esa es, lastimosamente la característica común de muchos quienes también, ante la menor oportunidad de poner mano sobre la cosa pública, también lo aprovechan para develar su verdadera personalidad, la de corruptos inescrupulosos y angurrientos, de esa característica, quizá pocos quedan excluidos: liberales, independientes, patriaqueridistas y actores políticos de otras nucleaciones pero, ese es tema, para otro análisis.

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