El Papa presidió el Viacrucis de los niños en una plaza vaticana desierta

  • Este año de pandemia uno de los colectivos que más sufrieron fueron los más pequeños, quienes debieron quedarse encerrados en casa, sin poder ir al colegio, sin ver ni jugar con sus amigos.

Reflexión. El Papa tuvo un gesto especial con los niños en el Viacrucis.

El papa Francisco presidió ayer un Viacrucis en el que los niños han sido los protagonistas y que, por segundo año consecutivo, se ha celebrado en una vacía Plaza de San Pedro del Vaticano por la pandemia, y no en el Coliseo, como era habitual.

Este año de coronavirus uno de los colectivos que más han sufrido han sido los niños, quienes debieron quedarse encerrados en casa, sin poder ir al colegio, sin ver ni jugar con sus amigos, y que han visto cómo sus abuelos y otros familiares enfermaban de Covid-19 y en algunas ocasiones morían sin poder despedirse de ellos.

Francisco ha querido tener un gesto especial con ellos en el Viernes Santo y decidió que fueran los autores de las meditaciones que se han leído en este viacrucis, en el que el Papa no realizó ningún discurso como sí lo hizo en ocasiones pasadas cuando se celebraba en el Coliseo, símbolo de la persecución y del sufrimiento de los primeros cristianos. Como en 2020, la plaza vaticana fue iluminada por unas velas en el suelo, colocadas desde el obelisco hasta el sagrado, y ha contado con un número restringido de fieles, que se han sentado en sillas separadas, guardando la distancia interpersonal y en todo momento con las mascarillas puestas.

Para evitar aglomeraciones de fieles y curiosos que pudieran acercarse hasta la plaza, esta fue cerrada y solo pudo ser recorrida por los portadores de la cruz, un grupo de jóvenes y educadores que han comenzado en el obelisco central y fueron avanzando hacia el sagrado, donde se encontraba el papa Francisco.

Jorge Bergoglio confió por primera vez la preparación de las meditaciones a los niños y las han escrito el grupo de los scout Agesci “Foligno I”, en Umbría (centro de Italia), y los que van a la parroquia romana de Santi Martiri de Uganda. Han comenzado con esta frase: “Tú sabes que también nosotros los niños tenemos cruces, que no son ni más livianas ni más pesadas que las de los mayores, pero que son verdaderas cruces, que sentimos pesadas también de noche. Y solo Tú lo sabes y las tomas en serio. Solo Tú”.

Los niños contaron sus experiencias y sus miedos a lo largo de las 14 estaciones en las que se divide el camino de Jesús hacia su crucifixión y que el Papa escuchó en silencio, sentado en el sagrado de la plaza de San Pedro. Han hablado de sus madres, de sus abuelos fallecidos, de su tristeza y su soledad, y de los problemas que más les afectan como la dislexia o la inclusión.

El Viernes Santo es el segundo día del Triduo Pascual y recuerda la pasión de Cristo y su calvario hasta ser crucificado. El rito del viacrucis fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV, aunque su práctica cayó en el olvido con el paso del tiempo, hasta que se retomó en 1925. No fue hasta el año 1964 cuando el pontífice y beato Pablo VI eligió para acoger esta ceremonia el Anfiteatro Flavio, símbolo de la persecución de los primeros cristianos en época romana.

El Pontífice continuará hoy los ritos de Semana Santa con la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección celebrará una misa en la plaza de San Pedro del Vaticano y después impartirá la tradicional bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo), sin apenas fieles.

Jerusalén sin confinamiento
En un rincón del Santo Sepulcro, las lágrimas de Ángela Pernecita explican la emoción de esta cristiana, que no logra traducir en palabras lo que siente. Confinada el año pasado por la pandemia, esta filipina, ahora vacunada, recuperó el fervor que se apodera de Jerusalén en Pascua. Como ella, cientos de fieles pisaron los adoquines de la ciudad vieja en ocasión del Viernes Santo, que conmemora la crucifixión de Cristo. Desde el atrio del Santo Sepulcro, iglesia considerada el lugar más sagrado del cristianismo, se alza el eco de las oraciones de una multitud como no ha habido en meses. “Es mucho mejor que el año pasado”, explica Ángela, con el rostro lleno de lágrimas. AFP

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