Mayor investigación contra la corrupción en América Latina sin créditos

• El mayor escándalo de corrupción en América Latina, que consistió en un esquema de soborno por contratos irregulares de la petrolera estatal Petrobras con empresas constructoras en Brasil, tuvo su investigación llena de irregularidades.

Por Paulinho Alfaro.

La dimensión de la Operación: La práctica, enfrentada por la llamada Operación Lava Jato, desbordó el territorio brasileño. Las investigaciones resultaron en la detención de los expresidentes de Perú, Panamá y El Salvador. La constructora Odebrech ha distribuido sobornos por alrededor de US$800 millones en varios países. Cabe recordar que hubo una denuncia por parte de la Operación contra el ex presidente paraguayo Horacio Cartes, acusado de colaborar en la fuga del cambista Darío Messer.

En total, 174 personas han sido condenadas en Brasil hasta ahora. Se recuperaron alrededor de US$765 millones a los cofres públicos. Después de que el escándalo saliera a la luz en 2016, los brasileños fueron a las calles para protestar contra toda la clase política, lo que estimuló el proceso de juicio político contra la entonces presidenta brasileña Dilma Rouseff.

En este punto, el Partido de los Trabajadores, que había estado en el poder en Brasil durante 13 años, fue desacreditado por la opinión popular como un tónico negativo del escándalo. El expresidente Lula, que dirigió el país entre 2003 y 2010, fue condenado a 12 años de prisión por recibir un apartamento como soborno para la constructora OAS.

Prácticas irregulares en la investigación

En los últimos meses, la Operación Lava Jato ha experimentado un cambio radical. Sergio Moro, juez que juzgó el operativo, fue parcial en las investigaciones que terminaron condenando a Lula, según la Corte Suprema de Brasil. Con eso, se anularon las condenas al inicio del marzo y el líder izquierdista regresó al escenario político para el 2022.

La principal crítica hecha a Moro fue por condenar a Lula sin razones consistentes, cuando habría estado motivado por un ideal político: retirarlo de las elecciones de 2018. La desconfianza aumentó después de que el ex juez asumió como ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, el principal oponente de quién condenó.

En febrero, el Ministerio Público Federal ya había anunciado oficialmente que el equipo de fiscales que había comandado Lava Jato durante siete años había sido desmantelado y algunos de sus miembros serían trasladados a una unidad de crimen organizado.

En vídeo conferencia con empresarios y políticos, en la noche del pasado domingo (28), Moro no descartó posibles errores en el desarrollo de la investigación, pero negó la parcialidad imputada por el Poder Judicial. “Puede que haya habido un error, puede que haya habido un error aquí o allá, pero algo intencional, algún abuso, no hubo nada. Todo tiene una explicación muy clara”, dijo.

Uno de los principales hechos que desplegó la práctica que se consideró parcial fue la filtración de conversaciones (el llamado Vaza-Jato), realizada a través de la aplicación Telegram, entre Sergio Moro y el abogado Deltan Dallagnol, además de otros integrantes del grupo operativo Operación Lava Jato.

Muchas de estas interacciones se basaron en instrucciones de Moro a Dallagnol sobre cómo debería actuar durante el proceso, por ejemplo, decir a qué personas debería buscar para fortalecer las acusaciones contra Lula. El periodista Glenn Greenwald, del The Intercept, fue quien obtuvo la información exclusivamente de fuentes anónimas.

Ahora, otros condenados pretenden defenderse de la misma forma que en el juicio de Lula; los abogados están estudiando lagunas para la libertad de sus clientes.

“Es necesario no confundir las cosas. Los eventuales excesos no significan que no haya ocurrido lo que todos saben: un cuadro de corrupción estructural y sistémica que ha sacudido al país. Mucha evidencia, confesiones, devolución de dinero, etc. Por el bien de Brasil, es necesario continuar el esfuerzo por desnaturalizar las cosas equivocadas ”, deseó el ministro de la Suprema Corte Federal de Brasil, Luís Roberto Barroso, a la revista VEJA.